Estos
organismos se caracterizan por presentar alta
capacidad rehidratante,
por lo que
una
vez desecados pueden estudiarse sus estructuras añadiéndoles un
poco de agua.
Su
recolección
es bien
sencilla, aunque es conveniente llevar una pequeña navaja o
espátula
que ayude a separar el talo liquénico o musgo del sustrato. En el
caso de los líquenes crustáceos
hay que llevarse también parte del sustrato, y cuando viven dentro o
sobre rocas habrá
que valerse de cortafríos o martillo y cincel para separar un trozo
de sustrato. En cualquier
caso es importante limpiar bien y aislar de otros organismos y
partículas, los especímenes
que nos interesa estudiar.
Para
trasladar y conservar
el material es
mejor emplear bolsas de papel o sobres, para
evitar
la acumulación de humedad que puede enmohecer fácilmente los
ejemplares
recolectados.
Una vez en el laboratorio, o en casa, se extenderán y dejaran secar
al aire
durante
algunos días, protegidos de la luz directa, y sometidos a veces a
una débil presión
para
evitar que se arruguen. Una vez estén secos, se guardarán en sobres
de papel con la
debida
ficha de identificación.
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