En
la recolección
de setas
(cuerpos fructíferos de los hongos) hay que tener en cuenta
que
es un material fácilmente
putrescible y
que, por tanto, debe ser tratado con sumo
cuidado
(no se deben meter en bolsas de plástico, ni apretar unos contra
otros, etc.). Los
micólogos
recomiendan que la recolección se haga en cestos de mimbre u otro
material, o bien en
cajas de cartón, procurando que los ejemplares no se fracturen.
Las
setas, una vez recolectadas, son muy efímeras, presentando un alto
grado de
modificación
en su forma, color, textura, olor, sabor, etc. (caracteres todos
ellos de valor
diagnóstico).
Por ello, nada más llegar al laboratorio es recomendable, con el
material aún fresco,
rellenar
una ficha
en la que se
recopile cuantos caracteres sean necesarios para su determinación.
Es conveniente anotar
aquellos datos
referidos a la variabilidad y terminología descriptiva
del píleo (o sombrerillo) y del pie (o estipe) de la seta.
Una
vez recolectado y anotados sus caracteres, la mejor manera de
conservar
las
setas
es
por desecación,
para o cuál o bien se introducen en una estufa de aire caliente o se
colocan
próximas
a un calefactor de aire caliente en una habitación seca, durante el
periodo que sea
necesario.
La desecación debe de ser total.
También
es conveniente recoger las esporas, que se desprenden a mediada que
la seta se
seca.
Para ello simplemente se coloca el sombrerillo sobre la parte de la
ficha dedicada a este
menester.
Para
la conservación durante un tiempo prolongado es necesario un
ambiente con
atmósfera
seca. Los especímenes se conservan en bolsas de papel con sus fichas
correspondientes.
Si el material quiere ser conservado para su exposición, basta
incluirlo en
un
frasco de cristal con solución de formol o de AGA, sin que sea
necesaria su desecación
previa.
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